La institución presidencial en nuestras latitudes ha reforzado indudablemente el caudillismo, esa semideificación de los “hombres fuertes” en la política. Esta hiperconcentración de atribución de decisiones y de copamiento del ámbito público en una figura va en detrimento del fortalecimiento de instituciones propias de un orden democrático republicano (...) se esperaba políticos que, por profesión, identidad sociocultural, región y/o género, mostraran un binomio con esos refuerzos, que en la gestión resultarán con efectos sinérgicos. Las principales candidaturas presidenciales, empero, sorprendieron con personajes más bien poco conocidos y que se alejan del patrón recién señalado.
