El 22 de enero de 2006, en su primera posesión como Presidente de la República quien fugaría en 2019 y hoy es prófugo por cargos de estupro, pronunció un discurso plagado de mentiras, simplista y parcializado, con la cuestión indígena como único eje histórico. Simplificación malintencionada, marcó dos líneas estratégicas del proyecto diseñado desde el Caribe: la suplantación de la historia y la confrontación. Sus consignas: mentir para dividir y dividir para reinar.
Paradoja, pues la ascensión del MAS al poder se produjo gracias a la institucionalidad democrática construida por el sistema político desde 1982. Con todas sus imperfecciones, los partidos políticos, en función de gobierno y de oposición, cultivaron la cultura del diálogo para lograr consensos que impulsaron el avance de la inclusión y la democracia en el país. Sobre ella cabalgaron los jinetes de la confrontación, la violencia y la muerte en su camino hacia la toma del poder para tirar abajo esa construcción, ladrillo a ladrillo.
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