No se engañen, la sigla del MAS está casi extinta, pero los sindicatos están intactos. En la vida sindical disentir con la jerarquía dirigencial es tomado como una afrenta; no es un acto de heroísmo, sino una triste inmolación, y el castigo viene en las peores formas, desde la integridad física, afectación patrimonial, destierro y proscripción. Por tanto, la obediencia es casi análoga a la esclavitud. Por eso los dirigentes son muy poderosos. ¿Acaso no vemos cómo se movilizan las bases, aun cuando no están convencidas, ni enteradas del contenido mismo de sus luchas?
Hoy te abrazan en campaña convenientemente, pero, a futuro, lidiar con sindicatos, además acostumbrados a vivir en contubernio con el Estado, es extremadamente complejo y peligroso. El MAS erigió el movimiento popular en matriz sindical; no obstante, su llegada al poder (2005) coincidió con las mejores condiciones económicas nunca antes vistas.
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El analista Franklin Pareja no es miembro de Una Nueva Oportunidad. UNO alienta el debate de ideas pero no se adscribe necesariamente a los contenidos de este artículo.
