...Los efectos de estas noticias repetidas sin cesar en mis oídos, fueron inmediatos: me invadió el terror al fuego eterno del infierno —nadie en su sano juicio quiere sufrir—, esforzándome para ser lo más buena posible y así tener la seguridad de no llegar allí y entonces soportar los espantosos tormentos por los siglos de los siglos. Sin embargo, muchas veces mi esfuerzo no era exitoso, fracasaba a cada paso. Es que algunos defectos míos no eran —no son— superables, no podía —no puedo— con todos y caía —caigo— en falta una y otra vez, sumándose por eso al terror las culpas.
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