La educación en Bolivia es un gigantesco fraude donde, alguien ya lo dijo, los maestros simulan enseñar, los estudiantes creen que algo aprenden y los padres de familia, convencidos que sus hijos aprenden, preparan la fiesta de graduación del nivel inicial o secundario. No podemos seguir con esta farsa y con la apariencia de una educación de calidad, cuando, en realidad, está sucediendo un fraude educativo orientado a contar con generaciones mediocres, prescindibles, y anuentes de su sometimiento y manipulación. Es necesario generar las bases y condiciones para el diseño de una nueva política educativa de innovación y calidad, centrada en los intereses e inquietudes de los estudiantes y en el marco de los avances científicos y tecnológicos.
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